Conferencia de Antonio Piñeiro

Haciendo gala de la misma erudición que nos regala en su poesía y su narrativa el profesor Antonio Piñeiro dio el pasado viernes en la Casa del Mar de Corrubedo una clase magistral sobre las singularidades y perspectivas de este maravilloso pueblo.

Con su prosa fácil y pausada nos habló de como en esta punta de lanza que se adentra en el Atlántico tenemos la suerte de poder contemplar al tiempo dos manifestaciones geológicas extremas, por una parte la península está formada por la más antigua de las formaciones, ese granito de hace 450 millones de años de edad que apenas cubierto por una débil capa de arena y tierra asoma por doquier a nuestro alrededor, y a su lado el estuario del Carregal y la gran duna móvil con tan solo 12 o 15 mil años de existencia, poema de arena y agua que bailan al son del mar y el viento regalándonos un paisaje de salvaje hermosura que cambia con la luz y las mareas.

Habló de esa luz especial que nos da la alternancia de los dos vientos dominantes, el nordeste crudo y frío y el sudoeste que entrando a saco por la boca de la ría nos trae los temporales de mar que acercan las olas a las puertas de las casas y amenazan con arrasar el pueblo con su extrema violencia causante antaño de tantos lutos y desgracias, el mismo ubérrimo mar rebosante de vida y de recursos que nuestros vecinos vienen explotando desde tiempos inmemoriales.

Alabó la cultura de los vecinos, labrada en la diáspora conviviendo con otros pueblos, lenguas y tradiciones y finalmente nos puso ante la perspectiva de Corrubedo mostrándolo como un “banco de belleza” que cada vez más gente valora, al huir de las aglomeraciones del turismo de masas. Nuestro particular paisaje, labrado por la dureza de los elementos meteorológicos con su visión salvaje abierta al atlántico, y las callejuelas estrechas y apacibles por donde pasear gozando de la calma con el latido vital del mar siempre como compañía sonora y relajante, es un bien cada vez más preciado, del que aun podremos disfrutar muchos años antes de que su propia singularidad y belleza se vea alterado por un flujo de gente que crece de forma exponencial.

Al final, el profesor fue obsequiado con una muestra de artesanía consistente en una reproducción de la piedra redonda de los lindes del coto de Corrubedo. Ese pequeño bolo de granito en el que nuestro vecino Manuel Olbeira Franco grabó la misma cruz que lucen las piedras de los lindes del coto, simboliza también el corazón pétreo del cabo de Corrubedo con sus 450 millones de años de historia geológica y es un recordatorio de los duros trabajos desempeñados por nuestros marineros de antaño, que con una piqueta trazaban en esos mismos bolos un surco en el que poder fijarlos como lastre a los aparejos con los que se buscaban el sustento.

Gracias a Antonio Piñeiro por el regalo de su palabra.